Leonor Apablaza Espinoza, mamá de Lawrence
Me conocen en Estados Unidos como Leo o Leonor Provan, por el apellido de mi ex esposo y vivo en Louisville, Kentucky, con mi hijo Lawrence. Soy la hija mayor de Jaime Apablaza y Rosa Espinoza, que viven en Santiago de Chile. Mi familia es el regalo más grande que se me pudo dar en esta vida.
Tengo el honor y la suerte de ser la madre de un ser humano excepcional, mi Lawrence. El cumplió 30 años y tiene un diagnóstico de autismo, parálisis cerebral y epilepsia. El nació el 7 de marzo de 1995, en la Clínica Universidad Católica de Chile. Después de un parto un poco complicado, llegó al planeta Tierra hermoso, saludable y sus ojitos café bien abiertos.
En su chequeo de los 9 meses, el doctor se dio cuenta de que algo no estaba bien, Lawrence no estaba empezando a gatear, no intentaba pararse y no verbalizaba palabras, solo sonidos. El médico sugirió para él terapia y una evaluación completa. Cinco meses después, nos informó que Lawrence tenía autismo. Al saberlo, tenía mi cuerpo entero en shock, no podía respirar y quería estallar en llanto. Después de un año, me di cuenta de que mi Lawrence no solo tenía autismo, sino que sus retrasos motores se debían a una parálisis cerebral atáxica. El pronóstico en ese entonces era que nunca caminaría en forma independiente.
Luego conocimos en Boston al terapeuta que sugirió un programa basado en actividades sensoriales, secuencia de movimiento funcional adecuado y estimulación intelectual. Trabajé con Lawrence durante 6 años y fue a los dos años del inicio de esta terapia, cuando dio sus primeros pasos. Cuando el ortopedista que trataba a Lawrence lo vio entrar a su oficina caminando, se arrodilló y lloró. Con el tiempo, Lawrence siguió logrando cosas que nunca soñamos, subirse los pantalones, comunicarse con dibujos y fotos, abrir puertas, comer con una cuchara. Si bien hay muchas cosas que Lawrence aún no ha logrado, como hablar, sí se comunica a su manera y de distintas formas. Ama la música, creo que lo lleva en los genes, los Apablaza somos musicales. Cuando Lawrence entró a su pubertad, empezó a desarrollar epilepsia y para eso tuvimos que darle remedios. Gracias a Dios, sus episodios han sido menos intensos.
Con Lawrence he aprendido a reconocer los milagros que pasan a diario, he entendido que los retos más grandes en nuestras vidas también pueden ser nuestra mayor bendición, y una oportunidad para crecer espiritualmente. Mi hijo bello es mi gran maestro en esta vida y me ha dado la oportunidad de despertar en conciencia, y de practicar el amor devocional. ¡Gracias Lawrence de mi alma y de mi corazón, por tomarme de la mano y guiarme por la vida!
Si mi Lawrence fuera un árbol, creo que sería un roble. Está conectado a la tierra a través de sus raíces que le dan estabilidad y sentido de pertenencia. Al mismo tiempo, posee una dulzura y una sensibilidad que se sienten en cada hoja que brota, en cada gesto tierno que comparte. Continúa creciendo, desarrollándose y alcanzando nuevos logros, como las ramas que se extienden con gracia y determinación.
Yo veo a la Fundación APA como la misión de nuestra familia, una misión de amor. A través de ella, honramos a todos los miembros de nuestra familia Apablaza que son neurodivergentes. Desde el amor, la experiencia y el compromiso cultivados a lo largo de nuestro camino, ofrecemos educación, apoyo y sobre todo, esperanza. La Fundación APA nace del corazón y se extiende como un abrazo a todas las familias que caminan este hermoso camino.